Según la definición del diccionario, "La huella es la señal que deja el pie del hombre o del animal en la tierra por donde pasa". Y es cierto, nuestro tránsito por el planeta no pasa desapercibido, no está exento de carga.
Las personas, las organizaciones y empresas con su actividad, las materias primas y los residuos que todos ellos generan, ocasionan un impacto ambiental considerable. Claramente, dejamos huella.
Y si hablamos de huellas, nos centraremos en una en concreto, la huella de carbono. La huella que dejamos debido a la emisión de gases de efecto invernadero, fruto de nuestra actividad humana.
Hay ciertos datos, que nos ayudarán a dar forma y reconocer estas emisiones y conectarlas con nuestra actividad.
Una persona tira de media 50 kg de envases al año. Y estos embalajes que desechamos representan un gran coste. Concretamente, recuperar 2 toneladas de plástico equivale a ahorrar una tonelada de petróleo.
Para producir una tonelada de cartón virgen hacen falta 14 troncos de árboles. Si reciclásemos esta tonelada, estaríamos salvando árboles, los cuáles son importantísimos para oxigenar la atmósfera, ya que son capaces de absorber CO2.
Por cada tonelada de vidrio reciclado se ahorran 130 kilos de combustible y 1.200 kilos de materia prima.
La emisión de estos gases (GEI) tiene unas consecuencias ambientales que empeoran peligrosamente año tras año: diferencias térmicas entre el día y la noche, olas de calor y olas de frío, aumento del nivel del mar, pérdidas de hábitats, cambios del ecosistema, dificultad de abastecimiento de agua dulce, etc.
La huella de carbono es la cantidad de emisiones, de gases de efecto invernadero (GEI), producidos por efecto directo o indirecto por un individuo, organización, evento o producto. Se expresa en toneladas de CO2.
Hoy en día, casi todas las actividades que realizamos (movilidad, alimentación, procesos de fabricación…) y bienes que consumimos y utilizamos (electrodomésticos, productos del hogar, calderas, refrigeradores, …) implican un consumo de energía, lo que significa contribuir a las emisiones a la atmósfera y consecuentemente, participar en el calentamiento global del planeta.
Para reducir la huella de carbono, todos podemos llevar a cabo acciones, incluso a nivel personal. Se trata principalmente, de cambiar ciertos hábitos y adquirir otros más respetuosos con el entorno, y consecuentemente con nosotros mismos.
Acciones individuales para reducir la huella de carbono:
Las consignas que seguir son: evitar el gasto superfluo de energía e intentar que los consumos sean lo más renovables posibles. Ejemplos para reducir la huella de carbono:
Reducir el volumen de residuos:
Llevar nuestra propia bolsa de tela cuando vamos a comprar.
Evitar comprar productos envasados o si compramos a granel usar una sola bolsa para diferentes productos.
Reutilizar al máximo los envases: bolsas, botellas, cajas…
Usar los contenedores de reciclaje adecuadamente.
Limitar la conducción: evitar desplazamientos que podemos hacer andando y usar otros medios de locomoción, como el transporte público, la bicicleta, el patinete eléctrico…
Ahorrar el consumo de energía:
Hacer un uso sostenible de los electrodomésticos: reducir el número de lavadoras aprovechando al máximo su capacidad, utilizar programas de menor temperatura y no usar tanto la secadora.
Ajustar el termóstato de los sistemas de climatización: por cada grado se ahorra entre un 5% y un 8% de electricidad.
Emplear bombillas de bajo consumo.
Desconectar los aparatos eléctricos cuando no los usamos, como el cargador del móvil, las pantallas de TV, ordenador… si lo dejamos conectado sigue consumiendo energía, por eso se llaman "vampiros de energía".
En la siguiente imagen, podemos cuantificar las emisiones que podemos reducir con estas acciones:
Los gases de efecto invernadero principales son:
Dióxido de carbono (CO2): proviene de la quema de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón o el gas natural, sustancias creadas en el interior de la tierra hace millones de años y en las que se acumuló el carbono presente entonces en la atmósfera.
Vapor de agua (H2O): se obtiene por evaporación o ebullición del agua líquida o por sublimación del hielo.
Metano (CH4): es el producto final de la putrefacción anaeróbica de las plantas y resulta 23 veces más potente que el CO2.
Óxidos de nitrógeno (NOx): son varios compuestos químicos binarios gaseosos que se forman por la combustión a altas temperaturas.
Ozono (O3): es un compuesto gaseoso altamente oxidante, cuyo uso principal es la desinfección y desodorización del ambiente, y para el tratamiento y purificación de aguas.
Clorofluorocarbonos (CFC): usados como gases refrigerantes, agentes extintores y propelentes para aerosoles.
A raíz de esta problemática medioambiental global, hace años que surgieron numerosas iniciativas gubernamentales e institucionales preocupadas por el futuro del planeta. Y siguen dispuestas a buscar soluciones con el máximo de países implicados.
Hagamos un poco de repaso:
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático - CNMUCC - (1992): una asociación de todos los países que son Partes en la Convención.
El protocolo de Kioto (1997): es un protocolo internacional que pretende reducir las emisiones de GEI.
El acuerdo de París (2015): presenta un plan de actuación para limitar el aumento del calentamiento del planeta.
Agenda 2030: lanzada por la Asamblea General de la ONU, plantea 17 objetivos de desarrollo sostenible.
-Mercado regulado: son las cuotas de emisiones reguladas por cada país firmante de los acuerdos.
-Mercado voluntario: donde participan todo tipo de empresas por interés propio ya sea en pro de la sostenibilidad, RSC...
Registro de la huella de carbono (2014): el Consejo de Ministros aprobó un real decreto por el que se crea el registro de huella de carbono, compensación y proyectos de absorción de dióxido de carbono.
Calcular la huella de carbono permite identificar cuáles son las principales fuentes de emisión de gases efecto invernadero. Se trata de recopilar los datos referentes a los consumos de materiales y energía de una compañía y traducirlos en emisiones de CO2 equivalentes, con el fin de contar con un inventario de emisiones lo más completo y fiable posible.
Una vez calculada la huella de carbono, se guarda un registro mediante un sistema estandarizado. Los más utilizados son GHG Protocol e ISO 14064-1. En el caso de productos o servicios, la medición se realiza teniendo en cuenta todo el ciclo de vida de dicho producto o servicio, y los estándares más empleados son: PAS 2050:2011 e ISO/TS 14067:2013.
Para las empresas y organizaciones, el cálculo de la huella de carbono se configura como referencia o punto de partida. Su registro hace a las empresas conscientes del impacto que generan y permite implementar las acciones más efectivas para la reducción de emisiones o compensar, en caso de no poder evitarlas, en proyectos de compensación.
Existe un método de cálculo accesible a todo el mundo e ideado por el ingeniero francés experto en cambio climático Jean-Marc Jancovici. Si tenéis interés, a nivel individual podéis descubrir cuál es vuestro impacto en el siguiente enlace aquí.
Para reducir o compensar la huella de carbono o huella ecológica, es necesario aplicar un conjunto de prácticas y dinámicas que aíslen o capturen el CO2 producido de la atmósfera.
Y no se trata sólo de una cuestión a nivel personal. Las empresas son agentes sociales imprescindibles para lograr una transformación hacia una sociedad baja en carbono y respetuosa con el cambio climático.
De hecho, son cuantiosas las empresas que de forma voluntaria se han adherido al registro de la huella de carbono, y algunas ya quieren destacar como "neutras en carbono", es decir, aspiran a un balance cero de CO2.
Beneficios del cálculo de la huella de carbono para las empresas
Todo empieza por un cambio de enfoque que permita instaurar políticas que redunden en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Las principales líneas de actuación son: la implantación de energías renovables, políticas de movilidad de los trabajadores y transporte de mercancías, instaurar tecnologías más eficientes, reducir el consumo de recursos y minimizar los residuos.
¿Cuáles son las medidas concretas que pueden aplicar las empresas?
Las empresas pueden aplicar una serie de medidas para reducir la huella de carbono, que tendrán un gran impacto medioambiental y social.
Las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero derivan de los medios de locomoción, por carretera, ferrocarril, marítimo y por tubería. En España el sector transporte representa el 25% de las emisiones totales, de las cuáles el 95% procede del transporte por carretera.
Por este motivo, tienen tanta importancia las políticas de movilidad implantadas por las empresas con el objetivo de reducir la huella de carbono.
Medidas para que el transporte sea más sostenible:
Instaurar medidas que fomenten el uso de medios de transporte más eficientes:
-Ofrecer ventajas a quienes acudan al trabajo en transporte público o colectivo, en bicicleta o andando, ...
-Formación en conducción eficiente.
-Reducir los viajes en avión, apostando por las videoconferencias.
Impulsar el uso de combustibles alternativos:
-Introducir una flota de vehículos eléctricos, la pila de hidrógeno, los biocombustibles o el biometano.
Para el transporte de mercancías fomentar el uso de ferrocarril y barco, en lugar de carretera.
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