Una opinión que muy probablemente todos compartimos es que la educación es un pilar básico de nuestra sociedad y un elemento clave para su futuro. La Real Academia Española la define como "Instrucción por medio de la acción docente". Si aplicamos esta descripción al ámbito del trabajo y, en concreto, a la prevención de riesgos laborales, podríamos hablar de trasmitir a los trabajadores los conocimientos necesarios, concienciarles y sensibilizarles con objeto de evitar accidentes de trabajo y enfermedades profesionales.
Y si en este tipo de formación nos pusiéramos en el papel de alumno y nos preguntasen qué esperamos del ponente, seguro que nos saldría una lista (más o menos larga, en función de las expectativas e intereses de cada uno) de cualidades que consideramos fundamentales.
Cabe esperar que dentro de esas virtudes que esperamos en el ponente se encuentren el dominio de la materia impartida, unas buenas dotes de comunicación y oratoria, habilidad para motivar al grupo así como para fomentar la participación de los asistentes y, muy importante también, que tenga la capacidad y los medios para resultar ameno y entretenido.
Por el contrario, puede que nunca te hayas puesto en el lugar de estos ponentes haciéndote la pregunta inversa: "¿cuál es el perfil deseado del alumno/aprendiz?"; porque para el éxito de este tipo de formación ambas figuras (formador y alumno) son igual de importantes.
Y así, al preguntarnos "¿qué esperamos de nuestros alumnos?", tendríamos otra lista con aspectos tan necesarios como:
A primera vista estas cuatro características enumeradas pueden parecer obvias, pero en ocasiones (más de las deseadas) los profesores no las encontramos dentro del aula. Esto hace que sea más complicado cumplir los objetivos iniciales de la formación impartida (esos de trasmitir, concienciar y sensibilizar), e incluso, pueden llevar a que el aprendizaje termine siendo un fracaso.
Los que nos dedicamos a impartir esta formación y, además, disfrutamos haciéndolo, estamos en la obligación de estar al día en los conocimientos que impartimos, sin olvidar la necesidad de mejorar nuestras habilidades de comunicación y gestión de personas, así como de innovar en el uso de los elementos formativos. Pero no debemos olvidar que, sin la buena predisposición de la otra parte (la del alumno), no es posible impartir una formación con éxito.
Así pues, pongamos todos de nuestra parte, profesores y alumnos, para el mejor aprovechamiento de las actividades formativas. Porque, ¿alguien duda a estas alturas de la importancia que tiene la formación en prevención de riesgos laborales para garantizar la seguridad y salud de los trabajadores?
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La actitud es clave a la hora de aprender. El almuno tiene que mostrar interés y esforzarse en aprender al igual que el profesor que tiene que enseñar lo mejor que pueda.
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